Para los tangueros argentinos y gran parte de los algo interesados en el cine. el nombre de John Reinhardt es una referencia aislada y puntual, un nombre ligado a las películas Paramount de Carlos Gardel. ¿Qué se sabe usualmente? Que era austríaco, y poco más, como alguna anécdota poco comprobable sobre el gran elogio a la interpretación del astro al entonar Sus ojos se cerraron en el momento cúlmine de El día que me quieras. Reinhardt dirigió a don Carlos en esa y en Tango Bar.
Quien averigüe un poco en la historia del cine nacional sabrá que pocos años después vino a la Argentina y dirigió dos largos: Último refugio con Mecha Ortiz y Pedro López Lagar y Una novia en apuros con Alicia Barrié, Esteban Serrador…y Eva Duarte.
De regreso a Estados Unidos se especializaría en films de intriga de muy bajo presupuesto, culminando con un par de policiales producidos por un petrolero millonario con el olvidado Don Castle como protagonista. Recaudaron bastante bien y le abrieron la puerta a un proyecto personal más ambicioso: Chicago Calling que sería su última película norteamericana, ya que volvería a Alemania para morir en 1953.
Llegamos a ella investigando la filmografía del rubio Dan Duryea, una cara popular para el público de aquellos años, habitualmente empleado en papeles de villano del cine negro como La mujer del cuadro o el western, como Winchester 73 entre muchas.
Para él, éste también sería su proyecto fuera de lo habitual, donando sus honorarios para participar en unas ganancias que nunca llegaron a ser tales.
Nos llamó la atención el afiche (buen trabajo del que lo diseñó) en el que un desesperado Duryea se tira de los pelos mientras habla por teléfono. Un recuadro advierte: $53 pueden significar la vida o la muerte. A priori suponíamos una película de cine noir. Lo es y no lo es. Lo que prima en esta historia es el drama familiar llevado a una situación extrema en el ambiente urbano real de una ciudad de Los Angeles alejada de los rascacielos y el glamour e incrustada en el cemento de Bunker Hill.
Una pareja acuciada por las deudas se separa y la pequeña hija se va con la madre a otra ciudad. El padre, ex-combatiente, alcohólico y alguna vez fotógrafo premiado (interesante) queda en el departamento miserable.
Llega el empleado de la telefónica a llevarse el aparato por falta de pago. Cuando lo está haciendo, un telegrama se desliza por debajo de la puerta: madre e hija han tenido un accidente automovilístico y habrá una operación de urgencia. El resultado se sabrá al día siguiente y la madre llamará por teléfono para comunicar el resultado.
La única manera de que la línea sea restablecida es pagar la deuda de varios meses. Esos 53 dólares. La trama entonces acompañará al padre por toda la ciudad buscando reunir esa suma, pequeña para muchos, casi inalcanzable para el atribulado hombre (Duryea monumental) al borde de la miseria.
En ese camino del héroe, una voz nos presentará al comienzo y casi mágicamente a una serie de “ángeles” urbanos que de algún modo tendrán importancia en la trama: una vendedora de panchos, el empleado de una compañía de seguros, otro de la telefónica, un capataz, un viejo ferroviario…y un niño (Gordon Gebert) cuyo única aspiración para salir de una vida de maltratos por su hermana mayor y el novio de ésta es que lo internen en un orfelinato. En esa búsqueda día y noche nacerá un vínculo entre el protagonista y el chico. La ciudad será el escenario excluyente (notable la secuencia nocturna en una demolición en la que el hombre intentará manejar un martillo neumático) y por momentos nos acordaremos Ladrones de bicicletas. La influencia de De Sica es palpable para sorpresa de muchos.
La incertidumbre, propia del cine de suspenso y de un director que supo adaptar a Cornell Woolrich/Wiliam Irish en alguna otra película, se potenciará con encuadres expresionistas y resoluciones en los que las imágenes sorprenden por su encuadre o relación entre lo que se ve y lo que se escucha. Pero no hay clisés de cine negro, solo algunas de sus vestiduras para una historia de profundo drama humano.
Poco o nada programada en la Argentina -en Nueva York hace unos pocos años la dieron en el MOMA- es valorizada de a poco por especialistas como la única película neorrealista de su director que haría solo un par de pelis más en Europa y un esfuerzo actoral de su protagonista que bien vale verse y aún conmueve.
La vimos en el sitio especializado derechonoir. Sin cargo, por supuesto.
La llamada urgente (Chicago Calling)
Productor: Peter Berneis/Artistas Unidos, 1952
Director: John Reinhardt
Libro: John Reinhardt y Peter Barneis
Con: Dan Duryea, Mary Anderson, Gordon Gebert
74 min.